Las respuestas…

…esas, que nunca llegan.

(Fuente Plaza Rocha – Mar del Plata)

Tarde fría. Me senté unos minutos en un banco de la plaza Rocha. Justificando la pausa con un cansancio mentiroso, con el invierno, la antigua fuente, el sonido del agua, el sol entre las ramas de los árboles; en realidad todo invitó y acepté.
Los pájaros arremetían al canto con un ímpetu envidiable. Poca gente en el lugar. Encendí un pucho. En otro banco, una mujer joven. Con aspecto triste tomó su celular y supuse, escribía un mensaje.
La gran fuente mostraba esculturas mojadas y antiguas. Abstraída en el agua y el canto de los pájaros, fumé. La mujer había enviado su mensaje y esperaba. La ví dudar, observar reiteradamente el aparato, con ansiedad; agitaba a aquel teléfono entre sus manos nerviosas, como incintándolo a decir algo.
Terminé mi cigarrillo, miré unos instantes más el agua de la fuente, los árboles e inicié mi regreso. Caminando pasé junto ella y la escuché llorar. Era un llanto ahogado, tembloroso. Yo nada podía hacer, solo imaginar que quien sabe donde, probablemente a pocas cuadras de allí o a cientos de kilómetros, alguien no había respondido.

Tal vez mañana cuando mi rutina me atrape nuevamente, aquella mujer de la plaza, esté esperando aún una respuesta.
¿Y si llamara para quitar dudas, qué le contestarían?: – «disculpá, ayer estaba ocupado, no te pude responder…» y ella con buen tono tal vez diga: «-nooo, está bien no te preocupes!!

Mentiras!!!, pensaré, pues yo la ví llorar…

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