Prospectos…

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Tal vez si estuviera en sánscrito, entendería más. Pero mientras intento dilucidar el prospecto del medicamento que debería tomar, recapacito: … ¿qué hago leyendo esto?

¡Vamos!, que en letra chiquita, pero en la última escala de lo legible, al inicio de los jeroglíficos farmacológicos, lo dice bien claro: «¡Información Importante. Léase con atención!». Así tal cual, y franqueada con signos de admiración y todo. La frase no deja lugar a dudas: hay que leer ¡¡y se terminó, caramba!!

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El tamaño de la letra del resto del papelete me demuestra que la lupa tendrá que tomar cartas en el asunto. Otro detalle  para achacar una vez más, mi melindroso deterioro físico.

Las cuatro carillas solo añaden confusión a la escena. Mi ignorancia previa a la lectura de las «Acciones colaterales«, al menos, me condenaba a consecuencias mucho menores.

Nada de lo que voy leyendo me instruye o amilana mis dudas. Cada párrafo me va instalando en una escala superior de confusión sin retorno.

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Sospecho que quien redacta esta suerte de «Tratado sobre la posología y sus consecuencias mortales para los seres vivos que ingieran este medicamento«, se negó a estar presente en la etapa en la que le suministraban las dosis de prueba a los ratones en el laboratorio…

Al finalizar la lectura del «prospecto» endiablado, pienso:  habría que aconsejar a la gente que cuándo deban tomar alguna medicación  «Salvo que usté sea galeno, evite leer el prospecto»

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Y ahora, ¡¡ala majos, a mirar el video que está muy bueno, joer!!

Del programa Vaya Semanita – Psicólogos

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