Retornando…

Para compartir, un refrito.

 

(Hecho real, sucedido hace varios años)

Un diagnóstico rápido y puntual no dejaba dudas. Debía ir a cirugía.
Una vez en el quirófano, me deslumbré con los aparatos con ruiditos, además de la música. Pues si, ¡¡había música!!

Concluida la cirugía, y tras haber despertado de la anestesia, advertí que el dolor perduraría un buen tiempo.  Pasados tres días de internación, me dieron de alta.

Regresar a casa significaba carecer de enfermeras solícitas a mis quejidos y atenciones especiales. Mi pregunta no se hizo esperar:
–¿Doctor, que hago con este dolooor?
Inmediatamente después: pichicata.

◊ ♦ ◊ ♦ ◊  ♦ ◊ ♦ ◊  ♦ ◊ ♦ ◊  ♦ ◊ ♦ ◊  ♦ ◊ ♦ ◊

.

.

Ignorando lo suministrado, vestida de calle y montada en una silla de ruedas, pues así es la ceremonia del alta, sonreí. Y sonreí a todo y a todos…

Me surgió una alegría inconmensurable por todo lo que me rodeaba y allí, comenzó la debacle.

En silla de ruedas, salí a recorrer los pasillos de la clínica, bajo los efectos de la poción mágica. Rodaba hacia el infinito y ¡¡más allá!!. Piropeando médicos, enfermeros y cuanto hombre me cruzaba a puro grito y sin la más mínima vergüenza. ¿Esto era a causa de los estrógenos? noooo, ¡de la inyección!

.

.

Desenfrenada y feliz, navegaba por un film psicodélico de los años ’60… Hasta que un familiar puso fin a la bochornosa escena.

Una vez en mi hogar y habiendo desistido, bajo amenazas, de cambiar los muebles de lugar(?), me acosté. Entonces recordé la misteriosa negativa de la enfermera, en proporcionarme el nombre de lo suministrado.

Esfumado el efecto de alegría y salud de ficción, y nuevamente con dolores, imperativa pregunté:
-¿Pero qué fue lo que me dieron?, ¡¡DÍGANME!! sentencié. Creyendo que podría ir a la farmacia a comprar más de aquello.

Luego de un largo silencio escuché:
-Morfina, Ale…morfina…

.

Un poco de humor, siempre viene muy bien!!

Vaya Semanita – Médicos y drogas

.

.

.

Anuncio publicitario