… o aquellas asignaturas pendientes.
Sin deseos y sin obligación, ahí estaba yo. El tumulto y el sonido, me exasperaban. El lugar, poblado de una fauna deseosa de «heavy metal», me aturdía. El cemento y el vidrio no colaboraban con la acústica.
Sabía que debía tener el coraje de tolerar al menos, una hora más. El estruendo de distorsiones eléctricas enfurecidas intentaban condenarme a una insipiente sordera. Quiso mi oído salvarme, por simple cortesía; desarmando el sonido en mi cabeza, pude sujetarme a uno solo: el de una guitarra eléctrica. Más
Dicen que dijeron…