«Con el alma fragmentada»…
Haciendo historia II
.Para cuándo salí rumbo al consultorio del neurólogo, sabía que lo que iba a escuchar no sería agradable.
La sospecha estaba fundaba en que ninguno de los profesionales que me atendieron, pudo precisar la razón de mi dolencia. ¿Por qué había perdido la sensibilidad y mi motricidad manual era tan torpe?
El tiempo pasaba y todos los intentos por retomar mi vida no daban resultados. Tocar el saxofón -luego del reposo obligatorio de los ocho meses de embarazo y la misteriosa convalecencia-, ya no era lo mismo. Poder realizar simples escalas o arpegios, se había transformado en una tarea titánica. Mis manos ya no respondían como debían. Mi ductilidad, se había tornado en pura tosquedad; mi sonido no era siquiera digno de un principiante y eso, me preocupaba por sobre todo.
El dolor y la torpeza de mis manos y en mis brazos, solo me hacía llorar, causando mayor angustia y preocupación. Más
Dicen que dijeron…