Insistencias…

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A veces pienso en los que insisten demasiado en cuestiones que de lejos se notan vedadas a tanta tenacidad, tal vez deberían reclamar cordura y claudicar a tanto propósito vano.

¿Cómo les decimos a esas voluntades colmadas de porfía, para que aflojen un poco al ímpetu desmedido?

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¿Cómo le decimos a ese ser querido que no insista en cocinar algo que cree delicioso, cuando no lo es?, tal vez el consejo de no derrochar ingredientes ayude…

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¿Qué le respondo a esa nena  que insiste en preguntar sobre su talento en danzas clásicas, y en la  que es evidente la falta de posibilidades de ingreso a la escuela de esa especialidad?, no solo por falta de sentido rítmico, sino porque en ese lugar existen requisitos que ella no cumple.
Terrible: la niña no lo entendería, pero la madre… menos.

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Algunos tardan un tiempo en admitir que eso por lo que tanto se han esforzado, no es para ellos.  Otros pueden llegar a escuchar los consejos de los que tienen esa sinceridad que hasta podría catalogarse como de pura crueldad, pero todo sea por lograr que un «insistente» deje de perder el tiempo en lo que jamás conseguirá.

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Seguramente los que logran cumplir con «ese» objetivo, son los que insistieron lo suficiente hasta tener la certeza de estar cerca de lo anhelado.
Algunos pueden tener una voluntad admirable.

Otros, pueden carecer de certezas…

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Si esa mujer o ese hombre ya dijeron que no les interesa tener una relación con nosotros
¿vale la pena insistir?

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Los directivos de la empresa ya decidieron que otro ocupe ese puesto
¿para que seguir sobre algo concluido?

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¿Por qué continuar llamándola por teléfono si aclaró que ya no quiere verte ni en figuritas?

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No insistan,  los fines de semana largos son para hacer pachorra.

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