Cyrana
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Mariel era la más bella: así lo habían decretado la mayoría de los varones del grado.
Con tan solo diez años, destacaba por su rostro, sus ojos color miel y su sonrisa complaciente.
Ella supo pedirme -en un recreo- un extraño favor; en realidad así lo consideré, puesto que no formaba parte de su selecto grupo de amigas. Dicho favor consistía en que le escribiera algunas cartas de amor en su nombre, para un chico del grado.
Según ella -cuando le pregunté porque no lo hacía con su puño y letra- adujo que, debido al enamoramiento que padecía, se veía imposibilitada de hacerlo por propia inspiración…
Tras varios elogios poco sinceros y por no soportar su voz chillona insistiendo en el asunto: accedí al pedido.
Las instrucciones eran concretas: las cartas deberían mostrar un inmenso interés por Pablo. Más
Dicen que dijeron…