Amores que matan…

Allá lejos y hace tiempo

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Hace muchos años, mi madre nos contó la siguiente historia.

A finales de la década del cuarenta y antes de radicarse en Mar del Plata, ella solía venir de vacaciones junto a una familia amiga. Se alojaban en un gran chalet a unas cuadras del mar; el dueño de casa -esposo de la amiga de mi madre- acostumbraba diariamente ir a pescar.
Ni bien despuntaba el día, Pedro -así su nombre- preparaba el equipo de pesca y partía hacia una escollera cercana al Club de Pescadores. Esta actividad era su terapia: mirar el mar, pensar acompañado por el sonido de las olas… pescar.
Mi madre describía a Pedro como un hombre callado, taciturno, pero con un humor maravilloso…

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Aquel día, había amanecido desapacible y antes de lo acostumbrado, Pedro estaba de regreso.
Alterado y empapado pasó rápidamente hacia su cuarto y esto, evidentemente, no se debía a cuestiones climáticas. Mi madre sorprendida le comentó a María -esposa de Pedro- lo extraño de todo aquello; desconcertadas, se acercaron a la puerta del cuarto y lo escucharon llorar.
Luego de un par de horas, supieron finalmente que había ocurrido…

Según el relato de Pedro, esa madrugada no invitaba a pasear por las escolleras. Demasiado temprano y demasiado fresco para recorrer ese lugar. Por ello le había llamado la atención la presencia de una mujer con dos niños pequeños -uno como de dos años y otro como de cinco- caminando lentamente hacia la punta de la escollera de enfrente.

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Según mi madre, la angustia que ese hombre tenía al relatar lo sucedido, era mayúscula y por momentos su llanto le impedía continuar hablando.

Lo ocurrido después que la mujer llegó al extremo de la escollera fue aterrador.
-Era como ver una pesadilla– reiteraba Pedro angustiado y nervioso.
La dama en cuestión, allí donde el mar se asoma profundo y frío, oscuro y de temer, allí mismo, empujó a los dos niños a las aguas. Pedro espantado, saltó intentando vencer al mar; no era un experto nadador, pero solo pensó en salvar a los pequeños. Otros testigos intentaron lo propio, algunos dando aviso a la policía. Eran tiempos en los que el celular o los teléfonos públicos no existían…

Pedro junto a otro hombre lograron -con una inmensa pena- acercar los cuerpos ya sin vida hacia la orilla, pues el tiempo que les había llevado llegar nadando hasta los niños, había cumplido el desenlace fatal.

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La madre permaneció en el lugar, contenida por algunas personas, hasta que llegó la policía que la detuvo. Lejana y sin llantos ni pesares decía: «-esperen que ahora vendrá Alberto a buscarme…»

Al día siguiente los diarios contaron el resto de la historia: hacía un par de años que esta mujer había sido abandonada por su esposo, tras unos meses de soledad y sumida en una gran depresión había logrado encontrar un nuevo amor; y según dichos, este pretendiente había prometido mucho, pero solo a cambio de una condición: que ella estuviera sin sus hijos…

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The Beatles – And I Love Her (1963).

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Y ya que están, pasen por   «Te Cuento los Setenta»,
acabo de publicar post nuevo.
¡¡Muchas Gracias!!

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