Los castillos…

…los lugares ideales para la fantasía.

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Hace ya algunos años, caminábamos con mi hijo menor por el centro de la ciudad, el tenía 3 años de edad. El recorrido nos hizo pasar por las puertas de la catedral (Catedral de los Santos Pedro y Cecilia de la ciudad de Mar del Plata, para más datos).
Mi gurrumín, dijo al ver la construcción: » -Má, ¿esto es un castillo?»-; le contesté que era algo así; pues  su cabecita no estaba para recibir mi explicación sobre el significado de algunas construcciones relacionadas con la religión católica. Tampoco era el momento para que expusiera mis puntos de vista poco ortodoxos sobre las creencias y los cultos religiosos.  De todas maneras y a modo de paseo arquitectónico, entramos.

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Ni bien ingresamos, observamos una réplica en mármol de La piedad, que lo dejó algo consternado; además la iluminación -debido al momento del día- favorecía una penumbra que recordaba aquellas películas del Conde Drácula, de los años 40.
Caminando hacia el altar por el largo lateral derecho, sus ojitos contemplaban azorados los altos vitraux, con sus colores y estampas.
Luego de cruzar por el frente del altar, encaramos hacia la salida por el pasillo opuesto por el que habíamos entrado; allí existe una imagen que representa a un Cristo que yace agonizante y ensangrentado. Junto a esta escultura -como ante tantas otras imágenes- noté que Candorito apretaba más mi mano, impresionado.

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Faltando unos metros para reencontrarnos con el aire libre, me pregunta a viva voz:
– ¿En estos castillos, vive algún monstruo o dragón?
Intenté guardar la compostura -no era lugar para largar una estruendosa carcajada- sobre todo observando que nos cruzábamos -en ese preciso momento- con un sacerdote…
El hombre -algo gris y adusto- nos observó; tal vez habría escuchado el comentario del pequeño, con el cual cruzó su mirada.

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(¡¡Con este me quiero cruzar yooo!!)

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Por la noche -mientras mi hijo se preparaba para ir a dormir- en charla con su padre le comenta que había estado por el castillo que se llama catedral. Hizo referencia de lo grande que era aquel edificio y algunos detalles más. Su progenitor apreciando que el niño había quedado impresionado con el paseo le preguntó:
– Y… ¿viste algún dragón en el castillo?
– No – contesto pensativo.
– … entonces ¿viste a Drácula o a Frankenstein?
– no se, creo que nos cruzamos con uno de esos, pero no se cual de los dos era...

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Estoy segura que el sacerdote aquel, con el que nos topamos dentro del templo, desconoce con quién lo han llegado a confundir…

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PEPERINO POMORO (CHA CHA CHA)

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Texto publicado en septiembre de 2007

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