… las cartas de amor.
Mariel era la más bella. Así había sido decretado por la mayoría de los varones. Con diez años destacaba por su rostro, sus ojos color miel y su sonrisa complaciente. Los niños pugnaban por llamar su atención de manera inocente.
En un recreo me pidió un extraño favor (yo no formaba parte de su selecto grupo de amigas, esas que la rodeaban cual coro griego cantando loas a su imagen; simplemente me entregaba a alguna lectura o a garabatear palabras que imaginaba como cuentos o poesías inocentes); la solicitud de la Bella consistía en que escribiera algo así como mensajes de amor; ya que debido al enamoramiento que padecía, se veía imposibilitada de hacerlo por propia inspiración (esa era su candorosa justificación, claro). Tras varios elogios poco sinceros, y por no soportar su chillona voz insistiendo en el asunto: accedí. Las instrucciones: debería notarse su inmenso interés por Pablo. Más
Dicen que dijeron…