Tu silencio…

Mi paciencia se agotaba. No toleraba su silencio caprichoso. Intentando una vez más lograr que dijera al menos cual había sido la situación que nos había llevado a estar así.
Llevábamos bastante tiempo conociéndonos y compartiendo mucho; desde algún secreto hasta lo cotidiano, cosas del trabajo y lo sencillo de mi vida.  Había logrado involucrarse con algunos de mis pensamientos y en el insipiente delirio por la escritura. Entendía mi decisión por ese «taller» literario y me acompañaba letra a letra.
Ahora, de repente, en su absoluto silencio, no admitía mis reclamos, que una vez más me disponían a un simple monólogo estéril y penoso.
Busqué recursos inimaginables para lograr respuestas. Por momentos me acercaba desafiante a su  rostro sombrío.
No dudé en levantar mi puños con ira hacia su frío corazón, pero nada sucedió. El silencio siguió rodeando la triste escena.
Desesperada me fuí a caminar. Necesitaba pensar, recapacitar, encontrar una forma de recuperar el diálogo.
Regresé con la respuesta y la tranquilidad necesarias, esas que solo dan las experiencias vividas en situaciones similares.
Me senté delante mientras mis manos intentaron reanimar lo nuestro. No respondió, ni mis miradas le alcanzaron, fué entonces que le dije:
-Lo siento, pero necesito que hables!!!
Y riéndome por lo bajo abandoné la habitación dando un portazo.
Tomé el teléfono y llamé al técnico en informática, él era quien lograría que mi computadora volviera a la normalidad.

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