De madera somos…

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Los amigos, pucha, que bueno tener amigos. No soy de las que junta por montones y se jacta de lo mucho que amontonó; tengo los que tengo y valen. Hoy por la tarde, luego de una mañana de esas, llenas de cosas GROSAS, una amiga del alma se vino para mi laburo, había que ponerse al día. No nos veíamos desde el día que me hizo la gamba, «¿te acordás?», ¡qué momento!, en fin. Se apersonó por la oficina como a las cuatro y media de la tarde. Un calor de locos, humedad del ochomil por ciento. Ella amigaza se vino en bici para escucharme y para razonar juntas. Más

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