Necesitaba concentración, no podía lograrla . Era demasiado. Distinguir realidad de fantasía, caminando sin rumbo dentro de su casa. Ese era su lugar para esperar.
Se decía que nunca había sido una persona equilibrada, dentro de los parámetros «normales». El equilibrio no se aprende ni se compra. Pero ahí estaba deseando poder lograrlo. Nada era posible de razonar, todo formaba parte de un gran sueño. Tal vez detener la mente con una perilla, lo ideal, sabía de esas sensaciones y estaban regresando. Determinar lo próximo para hacer era una batalla inútil. Así, sin rumbo y con esa inmensa confusión, tomó su última determinación y debía cumplirla. Más
Dicen que dijeron…