Tres cuadras para allá y una a la derecha…

 

    Con la simpatía que me caracteriza, rumbeo con mi mejor sonrisa hacia el trabajo. Hoy sábado y gozando de breve licencia, solicitan mi presencia para algunas cuestiones impostergables.

Pletórica de alegría, llena de emoción y con una dicha… QUE DICHAAA!!!, dicho sea de paso debe ser la misma que ha de sentir un asesino serial a la altura de la vigésimo cuarta víctima…

Mientras camino intento eludir en parte mi destino, pensando… ¿Podré materializarme instantáneamente en otro lugar sin turistas?, ¿qué hacer para que en cinco miserables días de descanso, no me llamen a trabajar?, ¿cómo soportar a tanta gente alrededor hasta marzo?, ¿porqué no me hice la enferma?, ¿porqué no mato al director?, ¿cómo se reproducen los zerótopos?…con tanto planteo en mi cerebro y estando a unas veinte cuadras de distancia del lugar donde me debía hacer presente, una señora me detiene. -«Señorita, ¿me podría decir donde queda Villa Victoria Ocampo«; yo que de cicerone tengo poco, pero mal humor en esos momentos, mucho… le indiqué como pude. Le mandé un par de coordenadas, como para que la vieja, lejana a mis preocupaciones, no terminara en Tanzania.

Continué mi camino, con paso firme, entendiendo que el mundo no debe pagar por mis penurias, quedaban solo diecinueve cuadras más. Un señor panzón, con camisa ridículamente floreada, cámara fotográfica colgándole del cogote y unas ojotas dignas de una caricatura..se me arrimó. -«Señorita, ¿no sabe ud. a qué hora abre el Museo del Mar?. Mecanicamente revisé mi atuendo: uniforme de guía turístico, ni parecido; etiqueta  de «Información» no colgaba de mí por ninguna parte, en fin. Descontracturando lentamente mis maxilares y con un esfuerzo titánico por parte de mi dedo indice, le señalé el cartelón que delate de nuestras caras se exponía alegremente: «MUSEO DEL MAR, HORARIOS DE ATENCIÓN DE tal a tal...» Me agradeció y todo. No lo maté al salame, porque se me hacía tarde.

Para que entrar en detalles. Lo que aquellas veinte cuadras hubieran significado a un lindo ritmo aeróbico (como para de paso, sacarme la bronca de laburar en vacaciones), unos 25 minutos cuanto mucho; me llevaron como una hora!!. Por cuadra promedié unos dos turistas pidiendo información. Que dónde queda la calle tal, que dónde esta el supermercado cuál, que dónde hay un restaurante barato, que dónde está el teatro X, …..ahhhhhhhhhhhh….casi al borde de la locura…los últimos metros de esta infinita carrera con postas, fueron los más largos de mi vida.

Ilesa de la aventura de caminar en una tarde de sábado sin playa (estaba fresco y ventoso) por una ciudad turística; donde los veraneantes hacen huevo y yo trabajo, logré mi objetivo. Llegué a destino sin haber asesinado a nadie, un poco tarde y con el inmenso placer de haber sido útil al prójimo. Cargando, eso sí, esa pequeña sensación de alegría en el alma: la de haber errado a casi todos los datos sumistrados… EMBROMENCÉ CANEJO!!! JA!!

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